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«Hay mucha gente que opina como Osuna, pero no lo dirán», asume un dirigente socialista no alineado con el oficialismo. Antonio Rodríguez Osuna es ... el alcalde de Mérida y este viernes reclamó a Pedro Sánchez la convocatoria de un congreso extraordinario y su renuncia a la reelección. Pero la suya es una voz en el desierto. La bomba nuclear que esta semana ha caído en el partido tras salir a la luz el informe de la UCO que implica de forma muy contundente al hasta ahora secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, en el amaño de concursos de obra pública a cambio de mordidas investigado por el juez del 'caso Koldo', Leopoldo Puente, ha sumido al partido en la zozobra más absoluta. Incluso en el Gobierno hay quien pone en duda que la situación sea ya remontable. Desde luego, no con una auditoría de las cuentas del partido y cambios en la ejecutiva. Pero aun así, nadie cree que exista más alternativa que vivir o morir con Sánchez.
Ni siquiera el crítico entre los críticos, el presidente de Castilla -La Mancha, Emiliano García-Page, ha llegado tan lejos como el primer edil emeritense. Ya antes de que Peinado levantara el secreto de sumario y asestara un golpe letal al discurso del «asedio» orquestado por la derecha política, mediática y judicial para derribar al Gobierno con causas de corrupción artificialmente fabricadas, Page dejó claro que la deriva de la legislatura aconsejaba un adelanto electoral para evitar que alcaldes y dirigentes autonómicos puedan verse arrastrados en una caída, la de Sánchez, que da por segura. Reventado el 'caso Cerdán', afloran más dirigentes y cuadros medios que piensan como él; que agotar la legislatura es tóxico para las opciones en los comicios locales de 2027. Pero nadie pasa de ahí. Mientras, el presidente se ha recluido a reflexionar en la finca que el Estado posee en la localidad toledana de Quintos de Mora.
Y si Page ha sido cauto es porque sabe que no hay agua en la piscina, como lo saben otros viejos o nuevos detractores del sanchismo. Cerdán, brazo ejecutor del presidente en asuntos orgánicos, tenía muchos muertos en el armario, damnificados de la renovación de liderazgos regionales en la que el jefe del Gobierno ha colocado a varios de sus ministros. «Hay un malestar subterráneo en Zamora, en León (la gente de Luis Tudanca), en Zaragoza y Teruel (Javier Lambán o Ignacio Urquizu), Juan Lobato en Madrid... Pero no se moverá nada», vaticinan en el entorno del barón castellanomanchego.
Aunque aún sea pronto para medir el grado de descontento, («Esto ha sido un explosión; habrá que ver cuando se vaya el humo», dicen), lo que los propios críticos dibujan es una oposición interna sin estructura y una militancia entregada a Sánchez todavía hoy, ocho años después de haberlo llevado en volandas de vuelta a la secretaría general y de haber propinado una cura de humildad a Susana Díaz y los poderes fácticos del partido, que creyeron haberlo enterrado en octubre de 2016. «Hay nerviosismo e incluso cabreo entre los cuadros medios, sí, pero la mayoría no se moverá hasta que no perdamos el Gobierno... Y será tarde», sentencia un exbarón territorial.
Muchas miradas se han vuelto estos días hacia Eduardo Madina –hoy en la empresa privada pero aún tertuliano en la Ser–, después de que el ministro Óscar Puente lo llamara «resentido» por sus comentarios sobre el escándalo de Leire Díez, la militante que ofrecía a imputados por corrupción favores de la Fiscalía y la Abogacía del Estado a cambio de trapos sucios de jueces, fiscales o agentes de la UCO.
El hecho de que entre los mensajes de Cerdán y Koldo García hayan aparecido unos wasaps de las primarias de 2014 en las que el entonces secretario de Organización en Navarra instaba a su colaborador a colar en la urna dos papeletas a favor del hoy presidente sin ser visto, ha despertado en algunos la sed de venganza. «Estoy pensando en los militantes, en el dolor que está provocando en la organización», se escandalizó Susana Díaz. Luego se arrepentiría, pero lo cierto es que ella puso todo el aparato de la poderosa federación andaluza al servicio del, en aquel momento, casi desconocido Pedro Sánchez contra Madina.
Sin embargo, tampoco en el entorno del político vasco –elogiado el jueves por Felipe González en un acto de recuerdo a Alfredo Pérez Rubalcaba, su principal valedor– ven clara la jugada. «No hay nada que hacer. El PSOE ya es un partido destruido, el ciclo de Sánchez lo ha destruido por completo –se duelen–. Deberían pasar cosas que no van a pasar» para que Madina «vuelva».
Otros que fueron antaño jóvenes mirlos blancos no son tan negativos, pero en todo caso comparten que no cabe esperar una revolución inmediata. «El PSOE es una organización compleja y todo lleva sus tiempos. Tras la última legislatura de Felipe aún pasaron cuatro años hasta que llegó Zapatero», dice otro damnificado refugiado en la actividad privada.
Mientras tanto, lo que se reclama al jefe del Ejecutivo es un «reseteo» general, una «limpia» en su círculo. «Lo que está claro es que ha caído el último muro de contención y, a partir de aquí –avisa un cuadro con una mezcla de vértigo y preocupación–, un constipado puede matar al hombre».
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