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Locura. La afición celebra el primer gol entregritos y abrazos.

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Locura. La afición celebra el primer gol entregritos y abrazos. FOTOS DE MARIO ROJAS

La parroquia azul estalla con la victoria

Ambiente. Cientos de aficionados, congregados en terrazas y bares, vivieron el encuentro con euforia y disfrutaron con los goles

Domingo, 8 de junio 2025, 02:00

No hacía falta consultar el calendario para saber que algo grande estaba en juego. Bastaba con caminar por Oviedo y dejarse llevar por la marea azul que, horas antes del pitido inicial, ya había tomado las terrazas y bares cercanos a la plaza Pedro Miñor, entre otras. El rival era el Almería y el objetivo, casi un mantra susurrado en cada mesa, era sumar. Un empate valía oro. Aunque la prudencia aconsejaba no lanzar las campanas al vuelo, los rostros expectantes y los gestos nerviosos delataban la verdadera magnitud del momento.

En una de las terrazas más concurridas, un grupo de amigos encarnaba el sentir general. Daniel Gómez, Priscila González y Rebeca Álvarez lo tenían claro: «El caso es verlo en compañía. No es lo mismo sufrir en casa, solo. Aquí sientes el apoyo y hay que apoyar al equipo como sea», afirmaban casi a coro, sin apartar la vista de la pantalla.

Llegó el primer gol del Oviedo y la ciudad estalló. Fue un rugido colectivo, una oleada de euforia y abrazos entre desconocidos. ritos que rasgaban el cielo y aplausos que parecían querer llegar hasta el terreno de juego. Las terrazas, que hasta ese momento eran un mar de nervios, se convirtieron en una fiesta. Con la camiseta del Real Oviedo bien visible y una sonrisa que iluminaba su rostro, Lucas González lo resumió en dos palabras que eran el sentir de miles: «Hay esperanza».

El recuerdo de la decepción del encuentro anterior seguía fresco y la afición oviedista, lejos de rendirse, había redoblado su apuesta por el equipo. La calle era el termómetro de esa fe inquebrantable. El magnetismo del ambiente era tal que atrapaba incluso a los más despistados. Juan Carlos Morán es el mejor ejemplo. Salió a dar un paseo, con sus cascos y su música, ajeno a la liturgia del fútbol. «Iba solo, pero al llegar a la plaza y ver esto... Fue imposible seguir. Me quité los cascos y me quedé a verlo. Es imposible no contagiarse de esta pasión», confesaba.

Cuando los ánimos ya se preparaban para conformarse con el empate, antes del pitido final, Nacho Vidal, el mismo que dio la primera alegría, marcaba 'in extremis' para cambiar los ánimos justo antes del noventa. La alegría era inmensa pues la victoria sabe mejor que un empate. Cada punto era un paso más cerca del sueño. La tensión se disolvió en un alivio generalizado, en conversaciones que ya miraban al siguiente desafío y en brindis que sabían a futuro. La marea azul comenzó a dispersarse lentamente, pero dejó tras de sí una estela de optimismo con la fe intacta en volver a ser de Primera.

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